La Fundación

Palabras de bienvenida

¿Por qué aquella tarde fue distinta? Esperaba a mi esposo saboreando un café, como tantas veces, en el bar cercano de siempre. Crecimos juntos en la vida y la profesión. Nuestros hijos continúan el camino con idéntica energía. Todo lo construido en familia fue y será, sin duda, un sinfín de promesas cumplidas.

Sin embargo, ese domingo había algo en el Dr. Eduardo Fernández Rostello que me inquietaba. Se aproximaba con andar cansino. Lo vi distinto, apesadumbrado, afligido, triste, a punto de claudicar. Al cruzar la Avda. Las Heras, dejaba tras de sí una de tantas jornadas de trabajo en su viejo y querido hospital. Fue en ese instante que alcé mi mirada y lo vi erguirse, ya lejano. De pie, con la dignidad de los grandes, cuando nada tienen y todo lo dan. Su fachada ennegrecida y ruinosa por el desgaste y la erosión. Testigo olvidado de una Buenos Aires vertiginosa y efervescente, colmada de obras viales y protestas callejeras, siempre ansiosa por progresar. Servicial y atento al dolor, la enfermedad, las heridas, en fin, la muerte que, al cabo, será quien resuelva todos los enigmas. Firme y con su corazón de piedra abierto, generoso e incondicional. Dispuesto a dar batalla con su gente. Escuderos fieles. Sin ellos la vulnerabilidad humana no tendría esperanzas. Su Director sabía que podía contar con ellos. Pero faltaban herramientas, armas para hacer frente a tamaño desamparo.

Le pregunté si tenía ayuda, alguna fundación. Madrina?...Padrino?...Benefactores? Su respuesta fue contundente: No. Comprendí entonces la urgencia y marché con ellos. Ese mismo lunes, sin darme cuenta, comencé a trabajar para el Hospital. No contaba con apoyo de nadie. Con una fundación prestada y una cena en el Palacio San Miguel dimos el puntapié inicial. El objetivo era mejorarlo, devolverlo de la silenciosa agonía que lo había atrapado deteniéndolo en el tiempo. Es el más viejo de la ciudad. Necesitaba arreglos, reformas edilicias y tecnológicas, cañerías, luz, gas, baños, pintura, techos, revestimientos, materiales y aparatología en extremo asépticos y en condiciones de funcionamiento… El panorama era inquietante. Nos propusimos afrontar el desafio, nada fácil por cierto. En lo personal, jamás pensé que me involucraría tanto. Tampoco había experimentado la emoción y enorme satisfacción que sigue al acto de brindarse en procura de ayuda solidaria, para vivir mejor, sanar, peleársela a la muerte y el sufrimiento, comprometerse con el dolor y las necesidades ajenas. Les proponemos compartir este esfuerzo. Necesitamos saber que nos acompañarán. “Los necesitamos”. Inicialmente intuía que debía socorrer al Hospital, a quien el Dr. Fernández Rostello había dedicado 30 años de su vida. Con el correr de los días tuve la certeza de que el desafío era más profundo. La comunidad se salvaría a sí misma rescatando ese edificio emblemático, cuya sola presencia y austeridad relataban 130 años de la historia de Buenos Aires. Era nuestro Hospital. El de todos.

Mucho más que una reconstrucción material, significaba dar sentido ético a nuestra labor. Así fue que la pasión por la medicina y el cariño por “el Rivadavia” inspiraron nuestra invitación a la comunidad, en el entendimiento que “lo común es propio”. No es ajeno. La salud pública es un bien que nos pertenece a todos. Está en nuestro patrimonio personal. La manera de honrar la personería que el Estado le otorgó a la “Fundación Hospital Rivadavia ” –que tengo el honor de presidir- es contribuir a saldar una deuda social que éste tiene para con los ciudadanos que se le acercan en busca de asistencia médica. Desde este lugar, con la humilde vocación que siempre nos ha impulsado en nuestra trayectoria profesional y con el entusiasmo del primer día, siguiente a nuestra graduación, les pedimos a los argentinos que se sumen. Desde hace 130 años el “Hospital Rivadavia” abre sus puertas de la Avda. Las Heras 2670 y se vuelca a la salud pública, brindando atención más allá de sus propios medios. Así fue como se iluminó aquella tarde de domingo. Se encendió nuestra esperanza. Queremos compartirla con todos los argentinos. Es el compromiso de la “Fundación Hospital Rivadavia”. Queremos transmitir esa emoción inicial con generosidad y hacer replicar el mensaje. Los esperamos! Sean todos bienvenidos.

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La Fundación Hospital Rivadavia fue constituida oficialmente el 23 de noviembre de 2011 e inscripta ante la Inspección General de Justicia el día 4 de octubre de 2012. En sus comienzos, la Fundación se denominaba "Fundación Argentina por más para el desarrollo humano y social". Dicha denominación fue modificada a su denominación actual, es decir Fundación Hospital Rivadavia, en el año 2020. Asimismo, desde el año 2016 se encuentra abocada a su principal objeto estatutario el cual resulta ser la restauración y reconstrucción del "Hospital Ridavadia". Su consejo de administración está integrado por la Dra. Diana Leonor Chugri (Presidenta) y los Sres. Francisco Fernández Rostello (Secretario) y Javier Gonzalo Pereira Amigo (Tesorero).

La Fundación Hospital Rivadavia es una entidad sin fines de lucro dedicada a la restauración y reconstrucción del “Hospital Rivadavia”. Al darle impulso, asumimos un compromiso ético con real vocación de servicio y sensibilidad social. Las tareas comprenden obras civiles tales como refacciones, aportes de tecnología, instrumental, insumos, reformas en distintos sectores –en completo estado de abandono y destrucción- y, en general, trabajos de puesta en condiciones de uso y aplicación al cotidiano quehacer del hospital, que recibe diariamente 1200 pacientes.

Para lograr estos objetivos, contamos con el patrimonio fundacional, integrado gracias al generoso aporte comunitario, mediante donaciones y eventos solidarios periódicos, entre otros. Son dignos de destacar. Al esfuerzo se sumaron las empresas que patrocinan nuestra actividad. A ellas va nuestro sincero agradecimiento.